“El fin del mundo”

(La amenaza de una guerra mundial nuclear)

Alejandro Mos Riera
7 min readApr 26, 2022

“No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos.”

Martin Luther King

“El derrumbamiento no es la única salida a nuestra errancia. O, en todo caso, no hay una única manera de derrumbarse. En pocos siglos, Roma se hundió y nació Europa. En otros pocos siglos, Europa se ha derrumbado sin que podamos vaticinar si nacerá Eurasia, Euroatlántica o Euráfrica o si todos esos nombres se volverán caducos. Los nombres “democracia”, “nación”, incluso “sociedad” caducarán quizás como ya ha caducado “política”, que actualmente quiere decirlo todo y ya no quiere decir nada”.

La humanidad está en peligro. Estamos en el camino de destruir la vida en el planeta. Los humanos están muy locos. Estamos en el camino de destruir el planeta, con nuestra contaminación y nuestros desechos. Hemos construido ingenios capaces de destruir a toda la Humanidad.

Esperemos que no estemos tan locos –que no estén tan locos los responsables de su empleo– como para usarlos y suicidarnos como especie. Pero, por si acaso, no estaría mal que nos movilizáramos para intentar que esas armas sean eliminadas cuanto antes.

Un minuto después de la última explosión, más de la mitad de los seres humanos habrá muerto, el polvo y el humo de los continentes en llamas derrotarán a la luz solar, y las tinieblas absolutas volverán a reinar en el mundo. Un invierno de lluvias anaranjadas y huracanes helados invertirá el tiempo de los océanos y volteará el curso de los ríos, cuyos peces habrán muerto de sed en las aguas ardientes, y cuyos pájaros no encontrarán el cielo. Las nieves perpetuas cubrirán el desierto del Sáhara, la vasta Amazonia desaparecerá de la faz del planeta destruida por el granizo, y la era del rock y de los corazones trasplantados estaría de regreso a su infancia glacial. Los pocos seres humanos que sobrevivan el primer espanto, y los que hubieran tenido el privilegio de un refugio a las tres de la tarde del lunes aciago de la catástrofe magna, sólo habrán salvado la vida para morir después por el horror de sus recuerdos. La Creación habrá terminado. En el caos final de la humedad y las noches eternas, el único vestigio de lo que fue la vida serán las cucarachas.

Esto no es un presagio del Apocalipsis de San Juan, sino la visión científica de un desastre cósmico que puede suceder en estos tiempos: la explosión dirigida o accidental de una parte del arsenal nuclear que existe en el mundo.

Así es, existen en el mundo decenas de miles de ojivas nucleares, cuya explosión total puede eliminar varias veces todo rastro de vida en la Tierra. La potencia de aniquilación de esta amenaza colosal, que ronda nuestros miedos del fin del mundo y la vida humana. Una idea que solo plantea una determinación sobre el destino del mundo.

El único consuelo de estas simplificaciones del terror, si de algo nos sirvieran, es comprobar que preservar la vida humana y cuidar de la naturaleza, sigue siendo más barato que la peste nuclear. El tremendo apocalipsis, y una guerra mundial, está malbaratando las posibilidades de una vida mejor para la familia humana.

El mundo gasta 12 veces más en la industria militar que en la ayuda a países en desarrollo. En el mundo, la pobreza afecta a más de 1000 millones de personas. Estiman que erradicar el hambre en el mundo, sería posible si de dedicaran 11.000 millones de dólares hasta el año 2030. La educación de los 136 millones de niños en el mundo sin educación, costaría 50.000 millones de dólares al año.

Más de 1600 millones de personas viven sin acceso a atención médica. Resulta inaceptable, que la mitad del mundo aún carezca de cobertura para servicios de salud que son absolutamente esenciales.

El gasto militar mundial llega a un máximo histórico de 2,11 billones de dólares (1,95 billones de euros) en 2021, séptimo año consecutivo de crecimiento, impulsado por la invasión de Ucrania y con la modernización del armamento como prioridad.

Puede decirse entonces que la eliminación de la pobreza, la educación universal y proporcionar atención médica, costaría una pequeña parte que la industria de guerra, con el único fin de causar muerte y destrucción. Lo único que puede salvarnos de la barbarie, es una cultura de paz y concordia.

Un científico de nuestro tiempo, dijo que la Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que en su gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto azul pálido en la infinita arena cósmica.

La sospecha de que la vida solo existe en la Tierra, que es el único sitio donde se ha dado la prodigiosa aventura de la vida, nos lleva a una conclusión desoladora: la industria de la guerra va en sentido contrario a la inteligencia.

Contra la inteligencia humana y de la misma naturaleza, para sembrar muerte y destrucción.

Lo que es cierto que desde la aparición de la vida visible en la tierra debieron transcurrir trescientos ochenta millones de años para que una mariposa aprendiera a volar, otros ciento ochenta millones de años para fabricar una rosa sin otro compromiso que el de ser hermosa, y cuatro eras geológicas para que los seres humanos, a diferencia del bisabuelo pitecántropo, fueran capaces de cantar mejor que los pájaros y de morirse de amor. No es nada honroso para el talento humano, en cambio, haber concebido el modo en que un proceso multimilenario tan dispendioso y colosal, pueda regresar a la nada de donde vino por el arte simple de oprimir un botón.

Para tratar de impedir que eso suceda estamos aquí, sumando nuestras voces a las innumerables que claman por un mundo sin armas y una paz con justicia.

El mundo somos nosotros mismos. Es lo que la humanidad hace o deshace al tiempo que se hace a sí misma (o se deshace). Lo que llamamos destrucción de la naturaleza es el punto más crítico de la autodestrucción del mundo.

La duda es si estas previsiones apocalípticas nos hacen ver el valor de la paz, la democracia y los derechos humanos universales.

Decía un gran escritor que las guerras siempre invocan nobles motivos, matan en nombre de la paz, en nombre de dios, en nombre de la civilización, en nombre del progreso, en nombre de la democracia y si por las dudas, si tanta mentira no alcanzara, ahí están los grandes medios de comunicación dispuestos a inventar enemigos imaginarios, para justificar la conversión del mundo en un gran manicomio y un inmenso matadero.

Las armas exigen guerras y las guerras exigen armas y los cinco países que manejan las naciones unidas, los que tienen derecho de veto en las Naciones Unidas resultan ser también los cinco principales productores de armas.

Uno se pregunta ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo la paz del mundo estará en manos de los que hacen el negocio de la guerra?

Siguen cayendo las bombas en Ucrania y la manipulación de los hechos. Los muertos y los que buscan refugio en el exilio son ciertos. Las devastadoras consecuencias económicas de esta guerra para millones de personas, mientras las compañías armamentistas obtienen beneficios extraordinarios.
Los silos de misiles balísticos con cabezas nucleares de Rusia y EEUU apuntan a 30 ciudades de ambos países, según fuentes informadas. Nadie ganaría con pasar a esa fase. Los dos mandatarios, los dos, pueden caer en esa tentación. Y, a salvo de imprevistos, lo saben. Están previstos mecanismos de control para que el pronto irreflexivo de un presidente no arruine a la Humanidad apretando el botón estratégico. Pero una desescalada a tiempo podría haber atenuado las terribles consecuencias que pagan y pagarán millones de personas. La mayoría, a excepción de los que siempre ganan. Aún cabe echar el freno y armar un acuerdo. Y no estaría mal que nos movilizáramos para eliminar esas armas cuanto antes.

Con toda modestia, pero también con toda la determinación del espíritu, propongo que hagamos, ahora y aquí, el compromiso de concebir y fabricar un arca de la memoria, una Memoria del Mundo Moderno capaz de sobrevivir al diluvio atómico. Enviar una cápsula de tiempo en un viaje interestelar durante eones de tiempo; guardar otra copia en un búnker bajo tierra durante miles de años; otra copia sellada en una botella en el profundo océano y otra, disponible para toda la familia humana en Internet.

Una botella de náufragos siderales arrojada a los océanos del tiempo, para que la nueva humanidad de entonces sepa por nosotros lo que no han de contarle las cucarachas: que aquí existió la vida, que en ella prevaleció el sufrimiento y predominó la injusticia, pero que también conocimos el amor, apreciamos la belleza, creamos arte y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad. Y que sepa y haga saber para todos los tiempos quiénes fueron los culpables de nuestro desastre, y cuán sordos se hicieron a nuestros clamores de paz para que ésta fuera la mejor de las vidas posibles, y con qué inventos tan bárbaros y por qué intereses tan mezquinos la borraron del Universo.

Para tratar de impedir ocurra el fin del mundo, estamos aquí, sumando nuestras voces a las innumerables que claman por un mundo sin armas y una paz con justicia.

Así como el presente, será pasado, el futuro será para todos los humanos, o no será para nadie.

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Alejandro Mos Riera
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Written by Alejandro Mos Riera

Alejandro Mos Riera is a Spanish polymath. Poet, writer, journalist, painter, photographer, musician and filmmaker. http://about.me/mosriera http://riera.info

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