Leyenda sobre el origen del café

Alejandro Mos Riera
5 min readFeb 26, 2019

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En el inicio de toda empresa humana hay una leyenda.

Cuentan los hombres sabios, porque la verdad es la madre de la historia, aunque la leyenda es otra, que en la lejana Abisinia, en la indómita África vivía un humilde pastor y poeta, de nombre Kaldi.

Sus días transcurrían en la tranquilidad de las montañas. Un día el rebaño no regresó. Kaldi, cansado y apesadumbrado, buscó el rebaño sin descanso. Al encontrarlo los animales se comportaban de forma extraña . Subían y bajaban, iban y venían en un estado de agitación que no era típico en ellos.

Esa noche fue interminable para el pobre Kaldi, quien pensaba en la muerte de su rebaño al ser envenenado.

Al amanecer el panorama era bien distinto, el rebaño estaba nuevamente tranquilo.

Kaldi cansado volvió a llevar a su mansas a las zonas de pastoreo.

Se encontraron a su paso con unas plantas que tenían unas cerezas muy tentadoras, sobre todo para las cabras, las mordisquearon y nuevamente el rebaño retomó la conducta extraña y la excitación del día anterior.

Kaldi se acercó a esas plantas, tomó algunas hojitas y algunas cerezas que tenían distintos colores: amarillo, verde y rojo, probó con mucho cuidado una cereza. El sabor no era tan agradable como él pensaba, no se trataba de un arbusto de cerezas. Los frutos le parecieron amargos. Kaldi comenzó que el insomnio y el cansancio desaparecían y una nueva energía lo impulsaba a pastorear sus cabras. Tomó rápidamente unas ramas florecidas y se dirigió al monasterio de Chehodet, donde se encontraban las personas más sabias de la región, que estaba a unos pocos kilómetros.

Kaldi y su grupo de cabras llegaron al monasterio. El pastor fue llevado con el Abad, mientras las cabras quedaron al cuidado de unos monjes que no entendían el extraño comportamiento de los animales.

El Abad llevó a Kaldi a la cocina, hizo la prueba de hervir una de las ramas con frutos rojos, pero fue tan desagradable el gusto de ambos que el Abad arrojó el atado sobre el fuego. La cocina se inundó de un aroma delicioso, entonces el Abad hizo una nueva prueba. Tomó uno de los frutos tostados y preparó una infusión con un aroma tan delicioso y agradable que atrajo a los monjes que estaban cuidando las cabras. El efecto estimulante de la bebida le permitió a los monjes estar despiertos durante largas noches de oración. Le pusieron un nombre “kawah” en honor al rey persa Kavus Kai que fue elevado al cielo en un carro alado. Y así dicen que nació el café: en Etiopía, en una montaña, unas cabras lo comieron, un pastor lo descubrió, el Abad del monasterio lo tostó, los monjes celebraron esta nueva bebida y nunca imaginaron que ese sabor se propagaría durante siglos hasta nuestros días, hasta nuestra taza.

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El árbol de café tiene su centro de origen en la lejana Abisinia (en la geografía actual Etiopía), en el oriente de África. En el mundo sobresalen por su importancia comercial, la especie de los cafés arábigos y los de los cafés robustos. La primera especie abarca casi las tres cuartas partes de la producción mundial y se cultiva principalmente en Centro y Sur de América. El cafeto es probablemente originario de la provincia de Kafa, en Etiopía, pero la cuestión no está resuelta completamente.

Una leyenda muy comentada y difundida sobre el origen del café es la de un pastor de Abisinia (actual Etiopía), llamado Kaldi, observó el efecto tonificante de unos pequeños frutos rojos de arbusto en las cabras que lo habían consumido en los montes, efecto comprobado por él mismo al renovarse sus energías.

Kaldi llevó unas muestras de hojas y de frutos a un monasterio, donde los monjes por curiosidad las pusieron a cocinar. Al probar la bebida la encontraron de tan mal sabor, que arrojaron a la hoguera lo que quedaba en el recipiente. Los granos a medida que se quemaban, despedían un agradable aroma. Fue así como a uno de los monjes se le ocurrió la idea de preparar la bebida a base de granos tostados.

Parece que las tribus africanas, que sabían del café desde la antigüedad, molían sus granos y elaboraban una pasta utilizada para alimentar a los animales y aumentar las fuerzas de los guerreros. Su cultivo se extendió en primer lugar en la vecina Arabia, llevado probablemente por prisioneros de guerra, donde se popularizó aprovechando la prohibición del alcohol por el Islam. Yemen fue un centro de cultivo importante, desde donde se propagó al resto del mundo árabe.

Se le llamó entonces qahwa (قهوة), que significa vigorizante. Los datos arqueológicos disponibles hoy en día sugieren que el café no fue «domesticado» antes del siglo XV: el proceso de elaboración de la bebida, largo y complejo, explica quizás el descubrimiento tardío de las virtudes de las semillas del cafeto, poco atractivas inicialmente. Los recientes descubrimientos (1996) de un equipo arqueológico británico, aún por confirmar, dejan entrever la posibilidad de que el consumo comenzara a partir del siglo XII, en Arabia.

Sea como fuere como la verdadera historia su consumo comenzó en Etiopía, de allí se extendió al resto del mundo musulmán.

El café ha conquistado el mundo

En 1583 Léonard Rauwolf recién llegado de un viaje de diez años por Oriente Medio, fue el primer occidental en describir el brebaje:

Una bebida tan negra como la tinta, útil contra numerosos males, en particular los males de estómago. Sus consumidores lo toman por la mañana, con toda franqueza, en una copa de porcelana que pasa de uno a otro y de la que cada uno toma un vaso lleno. Está formada por agua y el fruto de un arbusto llamado bunnu.

Gracias a este alemán los mercaderes sirios y venecianos introdujeron el café en Europa Occidental

Quizás nunca imaginaron que ese sabor se propagaría durante siglos hasta nuestros días. ¡Hasta la próxima taza de café!

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Alejandro Mos Riera, 2019

Texto extraído del libro de relatos «Vivir en los cuentos» (La vida es cuento)

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Written by Alejandro Mos Riera

Alejandro Mos Riera is a Spanish polymath. Poet, writer, journalist, painter, photographer, musician and filmmaker. http://about.me/mosriera http://riera.info

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